«hay que reducir la corrupción a sus justas proporciones», hps! no le hicieron caso a Turbay! …o mejor, lo superaron con esteroides.

Cruda radiografía que nos presenta Gilberto Tobón Sanín (abogado y analista político),  y aunque triste, es muy difícil contradecirlo. Podemos decir que tiene razón. Conserva la esperanza el hecho de que much@s aún sueñan con otras zoociedades, y se atreven a ser coherentes hasta donde nuestro feudalismo del siglo 21 lo permita. Pero es que la corrupción, es como el señor del país del sagrado corazón: tiene caminos misteriosos, comienza por casa, es omnipresente.

Para cambiar eso, hay que sembrar mucho, sembrar, literalmente sembrar, eso no lo cambia un político, no hay una religión o pastilla mágica que lo logre, hay que sembrar, y es muy posible que sea como cuando se siembra una ceiba, o un roble: quienes lo hagan tal vez no disfruten de su sombra, creo que es la única opción. La solución armada ya demostró ser una trampa de arena e insumo distractor para tapar las cochinadas, se necesita la tenacidad del agricultor, la paciencia del musgo de páramo para crecer, y la famosa malicia indígena aplicada a modo sabiduría terca, así la solitaria les arme sindicato, para no cambiar un voto por una teja o un tamal, para exigir de lo que es público y así mismo cuidarlo, sin el síndrome de la doptoritis, que nos dejó la conquista y la colonia.

¡Todos los que hoy nos roban, los que nos tienen jodidos morirán! (ya lo cantó Dario Gomez:  nadie es eterno en el mundo ♪♫♬), el secreto es sembrar esa semilla tan profundo, que permanezca en las nuevas generaciones, que las mañas no los contaminen al nacer (complicado con tanto reality basura, con tanto publi-noticiero, con tanto reguetonero cejidepilado-metrosexual suelto …pero posible, muy posible).

Originalmente tuvimos acceso al vídeo desde facebook (https://www.facebook.com/vocesdesdeelrincon) …ya sé, yaaa sé, pa’ que copiarlo si esta allá …es la terquedad de que de vez en cuando, se le escape un contenido al patrón Zuckerberg, la nube no es otra cosa que un megacomputador de alguien con más plata que uno, y nuestra memoria está quedando allí, sin darnos cuenta.

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