¿Cómo es el capitalismo?

El capitalismo es como una orgía: es deliciosa, pero no es sostenible en el tiempo. No atiende a todos por igual (aunque la mayoría no lo aceptaría en público por el calor del momento y porque cumple sus necesidades …hasta cuando deja de hacerlo). El placer es compartido pero las consecuencias a largo plazo siempre son personales. Funciona perfectamente si uno NO es quien tiene que hacer aseo al otro día. Si te toca bailar con la mas fea a nadie le importa, intenta rotar lo más rápido posible, si no puedes, es porque tú eres el feo (reencarna). Es bueno disfrutarlas al menos una vez en la vida, aunque hay que comprender que muchos unicamente las conocerán por medio del cine. Por maravillosa que sea la tuya, siempre existirá una mejor a la que nunca seras invitado. Existen otras experiencias aparentemente superiores, pero no son bien comprendidas (o al exigir un poco mas de sus participantes simplemente se dejan de lado). Son altamente adictivas, solo se abandonan por iluminación o agotamiento de recursos.

«hay que reducir la corrupción a sus justas proporciones», hps! no le hicieron caso a Turbay! …o mejor, lo superaron con esteroides.

Cruda radiografía que nos presenta Gilberto Tobón Sanín (abogado y analista político),  y aunque triste, es muy difícil contradecirlo. Podemos decir que tiene razón. Conserva la esperanza el hecho de que much@s aún sueñan con otras zoociedades, y se atreven a ser coherentes hasta donde nuestro feudalismo del siglo 21 lo permita. Pero es que la corrupción, es como el señor del país del sagrado corazón: tiene caminos misteriosos, comienza por casa, es omnipresente.

Para cambiar eso, hay que sembrar mucho, sembrar, literalmente sembrar, eso no lo cambia un político, no hay una religión o pastilla mágica que lo logre, hay que sembrar, y es muy posible que sea como cuando se siembra una ceiba, o un roble: quienes lo hagan tal vez no disfruten de su sombra, creo que es la única opción. La solución armada ya demostró ser una trampa de arena e insumo distractor para tapar las cochinadas, se necesita la tenacidad del agricultor, la paciencia del musgo de páramo para crecer, y la famosa malicia indígena aplicada a modo sabiduría terca, así la solitaria les arme sindicato, para no cambiar un voto por una teja o un tamal, para exigir de lo que es público y así mismo cuidarlo, sin el síndrome de la doptoritis, que nos dejó la conquista y la colonia.

¡Todos los que hoy nos roban, los que nos tienen jodidos morirán! (ya lo cantó Dario Gomez:  nadie es eterno en el mundo ♪♫♬), el secreto es sembrar esa semilla tan profundo, que permanezca en las nuevas generaciones, que las mañas no los contaminen al nacer (complicado con tanto reality basura, con tanto publi-noticiero, con tanto reguetonero cejidepilado-metrosexual suelto …pero posible, muy posible).

Originalmente tuvimos acceso al vídeo desde facebook (https://www.facebook.com/vocesdesdeelrincon) …ya sé, yaaa sé, pa’ que copiarlo si esta allá …es la terquedad de que de vez en cuando, se le escape un contenido al patrón Zuckerberg, la nube no es otra cosa que un megacomputador de alguien con más plata que uno, y nuestra memoria está quedando allí, sin darnos cuenta.

País de aviones

De por qué a los colombianos nos cuesta seguir instrucciones o del síndrome del “avión”

Pocas situaciones, como subirse o bajarse de un avión, ponen en evidencia de una forma tan clara el por qué de muchos de nuestros males. Sencillo: aquí a la gente le cuesta mucho trabajo seguir instrucciones y eso nada tiene que ver con que sean muy rebeldes con causa o contestatarios, ni más faltaba. Yo no sé en qué momento se hizo ley de la República eso de que “el vivo vive del bobo”. El ser ‘avispao’, entendido como el que pasa por encima de lo que sea para obtener beneficio propio, es algo que parece transferirse en el momento mismo en el que le dan a uno un registro civil colombiano.

Es que todo aquel que se haya montado en un avión en este país sabe que cuando dicen “Por favor permanezcan sentados hasta que se haga el llamado para iniciar el abordaje” ya hay una larga fila como de bovinos que quién sabe qué afán tienen por subirse primero, así las sillas sean numeradas. Y justamente esa numeración sirve muchas veces para determinar el orden de abordaje, anuncian en la sala, por ejemplo, “de la fila 15 a la 30” y algunos jumentos de la 14 ya están agolpados en la puerta. Esos mismos son los que cuando el avión aterriza, luego del justificado regaño de la azafata por no haber enderezado la silla, ya están parados y enfilados como porcinos al matadero, así la puerta del avión la abran a los 10 minutos y tengan que esperar encorvados de pie en su propio puesto.

No es raro que los resultados en las pruebas Pisa y otras similares sean un desastre, si la gente ni siquiera sabe que 2 es después que 1 y 20 es antes que 30. Aquí tal vez necesitaríamos un perro pastor, un Border Collie, que se dice que son, ellos sí, muy inteligentes, para que nos vaya arrinconando hacia donde tenemos que ir, pues con una simple y clara instrucción parece imposible.

Que yo sepa no hay ningún estudio científico que afirme que los colombianos tenemos alguna deficiencia cognitiva congénita, por el contrario creo que biológicamente somos relativamente iguales a nuestros congéneres de la especie humana, independientemente del país de origen. Lo que sí es cierto es que acá desde muy chiquitos aprendemos las mañas del “avión” y eso como que se transmite a través del sancocho o la bandeja paisa.

Pero es que si los papás en las piñatas empujan a sus hijos para que saquen el mayor provecho de los juguetes que caen al piso y no se los dejen quitar, incluso pasando por encima de los otros niños; si con frecuencia el alimento complementario de la compota y la emulsión de Scott es un “no sea bobo mijo, avíspese”, pues no resulta tan sorpresivo que cuando ese “avispadito” se hace adolescente es de los que llega al Transmilenio y se sienta en el piso, en la mitad del bus, impidiendo la circulación de los demás, o es aquel que raya las sillas y las paredes apoyando a su mediocre equipo de fútbol, porque a fin de cuentas lo que desde siempre le han dicho es que lo que importa es que él se satisfaga sin importar si eso puede afectar a los otros o al sistema mismo.

Y así, este “avión” ya adulto es de los que en el carro se cuela en la fila de un semáforo para girar, o parquea en medio de una vía mientras hace alguna diligencia, soborna policías para evitar pagar por una infracción, evade los impuestos, y hasta vende un voto a cambio de un tamal sin presa. Todo esto porque no es consciente de que muchas veces las instrucciones o las leyes promueven el funcionamiento de lo público, es decir lo de todos, pero acá la idea que parece repartirse casi tan efectivamente como el aguardiente es que lo público es lo que no le pertenece a nadie. Y así estamos.

Muy bueno sería que el colombiano dejara de ser tan “avión”, si eso implica poner su cuota para que todo pueda funcionar mejor y fuera más ordenado para todos, pero dudo que ese espíritu del “vivo” sea muy fácil de amainar en un país en el que predomina la ley del más “avispao’” y del que ante cualquier instrucción se hace el sordo.

Agradecemos a A.Moñino { Facebook.com/DardosAlCoco@DardosAlCoco / @DiMogno@DardosAlCoco} por el anterior contenido. La fuente original puede consultarse en este enlace. Nos tomamos el atrevimiento de replicar su entrada en este espacio, en el ejercicio de selección y recopilación de contenido polinizante.

…Además, de que como siempre, es bueno que se guarden estas ideas en otro tipo de espacios. Un saludo!

DE LA IMPORTANCIA DE FOMENTAR EN LOS GRANDES Y PEQUEÑOS LA CULTURA DEL CUIDADO DE LA NATURALEZA

Caminar por senderos ecológicos, montañas o bosques es una experiencia poco incentivada en la vida cotidiana, más aún cuando el afán del día no permite realizar este tipo de prácticas sanas de manera periódica. Sin embargo, todos somos conocedores de los beneficios que trae para nuestra salud realizar actividad física pero más allá de estos efectos, está el placer por satisfacer la curiosidad de conocer qué esconden los cerros, paisajes y tesoros naturales que tan lejos sentimos de ser nuestros, cuando precisamente, eso son.

Muchos han sido los esfuerzos que se han hecho desde las administraciones distritales, municipales y hasta organizaciones comunitarias en el restablecimiento del equilibrio en la naturaleza, en tratar de frenar un poco el daño ambiental que por desconocimiento o simplemente desinterés, causamos al ecosistema (y digo causamos, porque todos tenemos un poco de responsabilidad en ello, ya sea por causa u omisión), no obstante, esta tarea de proteger o al menos de no dañar, es mucho más sencilla cuando conocemos y vivenciamos estos paisajes.

Existen procesos de reflexión que pueden enmarcarse en este tipo de actividades desde infantes hasta abuelos y si estamos atentos es posible percibir un efecto diferenciador en los niños, donde dependiendo del paisaje es posible explicar procesos como el del agua donde hablamos que esta nace en las montañas, más precisamente en los páramos, donde los frailejones actúan como una enorme esponja que condensa la humedad y así filtrar el agua… Saben cuál es la respuesta más común de los niños a la pregunta: ¿De dónde viene el agua?: “De la llave”, “Del Carulla” o “de la tienda” (…) y así mismo sucede cuando preguntas por naranjas, bananos, cocos o los mismos vegetales, nuestros chiquitos desconocen su origen… Eso que para nosotros es obvio, para algunos niños nacidos en estos tiempos, no lo es tanto.

Cuando un niño siente esa realidad tan lejana a él, a la propia, es complejo incentivar una cultura del cuidado y no sólo de la naturaleza, de él mismo o del otro. Cuando le permitimos a nuestro hijo vivenciar este tipo de experiencias, una nueva conciencia se crea en ellos, una que permite sentir y comprender el mundo con unos ojos diferentes, unos que pueden comprender la fragilidad de la vida por pequeña o grande que esta sea, comprendemos que ese ecosistema que veíamos a lo lejos y que creíamos ajeno, es tan o más frágil que nosotros mismos, es así como ese paisaje necesita de alguien que lo defienda, lo proteja, pero estamos enseñados a proteger lo que nos importa y si desconocemos la riqueza que habita en las montañas, en la naturaleza, en «nuestros cerros» difícilmente defenderemos lo que desconocemos.

En los adultos resulta un poco más complejo debido al factor tiempo en la mayoría de los casos, el afán de la vida, desplazó aquello que es importante pero no urgente: Es importante dedicar tiempo a nuestra salud, a nuestro cuerpo… pero es más urgente atender cuestiones laborales ligadas la mayoría del tiempo a temas económicos y es así, como casi de forma automática desechamos la posibilidad de conocer un nuevo paisaje natural. Resulta más sencillo cuando ya se ha sembrado la curiosidad de conocer, cuando hemos participado en alguna actividad de índole ambiental y cuando esta experiencia resultó tener un efecto positivo.

Retomemos esa sana costumbre de caminar por la naturaleza, reconociendo lo que vemos y sentimos, permitámonos asombrarnos de nuevo con lo que nuestros ojos pueden ver, nuestros oídos escuchar o nuestros sentidos percibir, llevemos con nosotros a nuestros hijos y hablémosles acerca del cuidado que requiere la naturaleza de nuestra parte, de las pequeñas acciones que sumadas hacen la diferencia: Arrojar la basura en los lugares destinado para ello, iniciar o fortalecer la cultura del reciclaje y la separación de las basuras, fomentemos el conocimiento de las especies que habitan los lugares que conocemos.

De nosotros también depende que nuestros hijos protejan aquello que nosotros cuidamos.

 

Proyecto «Actívate con el Ambiente» 2014. Caminatas por los Cerros Orientales, Bogotá D.C.